jueves, 27 de noviembre de 2008

SOBRE TEMPLE - (PARTE 2)

SOBRE TEMPLE (PARTE 2)

Qué y cómo se siente un niño autista? Bueno acá está en las palabras de Temple algunos de los sentimientos y frustraciones que vivió. ”Cualquier entorno nuevo me trastornaba y no me atraían las ventajas que ofrece la vida en sociedad…no comprendía las sutilezas del lenguaje. A veces me refugiaba en mi mundo interior, y otras mi conducta era tan impulsiva y extraña que incluso a mí misma me alarmaba.” Esta frase, resume muchos de los problemas que tienen y es super interesante poder “escuchar” de la propia Temple lo que esto les produce o les hace sentir…para mí fue muy bueno y me ayudó a entender un poco más a mi hijo.
Cuenta que algo que nos resulta tan fácil como aplaudir al ritmo de la música, para ella es imposible. Puede marcar el compás por sí misma, pero le resulta muy difícil sincronizarlo con los de otra persona o con la música. Dice que es común en los niños autistas que les resulte casi imposible “realizar dos tareas motrices al mismo tiempo” ya que las investigaciones indican que presentan un desfase entre los movimientos corporales del lado derecho y los del lado izquierdo. “Conseguir que todas las partes funcionen juntas es una tarea monumental”. Esto se notaba también a la hora de escribir composiciones o poemas en la escuela, ya que carecían de ritmo. Ella dice que se “esforzaba, pero mi incapacidad para expresar mis sentimientos y mis pensamientos rítmicamente se oponía a mis deseos”. Incluso, su manera de hablar carecía de ritmo. Comunicarse con las personas le resultaba un problema. Sus palabras “parecían bruscas y agresivas. En mi mente sabía lo que quería decir, pero mis palabras nunca correspondían a mis pensamientos. ..mi incapacidad de seguir el ritmo de mi interlocutor era parte del problema y hacía que me expresara con más aspereza de lo que me había propuesto”… pero “Podía poner por escrito mis pensamientos…”
Ella nos explica claramente sus sensaciones, y hace hincapié en lo mucho que le costaba el contacto físico. “Deseaba y rechazaba al mismo tiempo. Mi sistema nervioso dañado me aprisionaba. Era como si una puerta de vidrio corrediza me separara del mundo de amor y de comprensión humana. Hay un punto de equilibrio entre enseñar a un niño autista a disfrutar del contacto y provocarle el temor a ser engullido.”
También explica que sus cuerpos desean el contacto físico, pero cuando éste se produce, “lo rechazamos en medio del dolor y la confusión”. Sólo a los veinte años pudo darle la mano a otra persona o mirarla a la cara. Era tal la necesidad de contacto que se envolvía en frazadas o se cubría con los almohadones del sofá “para satisfacer mi deseo de recibir estimulación táctil”.
En segundo grado, Temple empezó a soñar con una máquina que le diera esa estimulación, y la fue perfeccionando en sus sueños, hasta que logró hacer la primera con la ayuda de uno de sus maestros. Hoy es la famosa máquina de apretar…y es usada en lugares para tratar niños autistas. Por supuesto que después de haberla modificado varias veces, ya que la empezó a soñar en segundo grado y la primera la creó en madera en la escuela. Otra de sus ideas era la de construir un “pequeño recinto de un metro de alto por un metro de ancho: apenas los necesario para que yo pudiera entrar en él y cerrar la puerta. Este recinto tendría calefacción.” Eso se debe a que la tibieza y la presión tienden a disminuir la excitación. Y en recientes investigaciones se ha visto, que ciertos estímulos y conductas estereotipadas, también logran disminuir la excitación.
Otro tema importante del que habla Temple en el libro es sobre las obsesiones. Ella cuenta que sus obsesiones le disminuían la excitación y la tranquilizaban. “Demasiados terapeutas y personas con formación en psicología creen que si se permite a un niño entregarse a sus obsesiones, resultará irreparablemente perjudicado. Yo no creo que sea así en todos los casos. Las obsesiones pueden utilizarse de forma constructiva. Eliminarlas es quizá desaconsejable. Así como un mal hábito que se suprime suele ser reemplazado por otro mal hábito, lo mismo ocurre con una obsesión. En cambio, ver una acción positiva en una obsesión puede ser provechoso. Una obsesión referida a un tema particular puede llevar a la comunicación: quizás a una comunicación sin interlocutor, pero al menos a un progreso en la comunicación. Con una guía adecuada, un niño autista puede ser motivado por una obsesión.”
Temple se destacó en la escuela primaria por su creatividad, pero ésta fue ensombrecida por su conducta impulsiva, errática, berrinches y una terrible libreta de calificaciones. Según ella, durante sus años escolares, al frustrarse o con una respuesta que no le gustase, pegaba sin poder controlarse. Pero “con el tiempo he podido controlar mi mal genio. Mi método de control es muy simple. No me permito exaltarme. No discuto con la gente. En una situación molesta, doy media vuelta y me voy. Nunca doy rienda suelta a mi irritación. He visto cómo el mal genio puede destruir posesiones, amistades y familias. En la escuela secundaria, mi irritabilidad me causó serios problemas”. Y me parece que esto que nos dice, sirve para todos, autistas o no, y no es una mala idea para implementar. Pero quiero citarles una situación que leí en su libro que lo grafica muy bien…” me incorporé a una fila de alumnos…de pronto, una chica algo mayor que yo, se puso delante de mí en la fila.
- “Eh, no te adelantes”, le dije, al tiempo que me colocaba delante de ella. Escuché su ruidosa inspiración.
- “Lárgate, imbécil!”, me contestó, mientras me daba un empujón.
Impulsivamente, me di vuelta y le pegué una bofetada…A partir de entonces…no volvió a ponerse delante de mí en la fila, ni, que yo sepa, delante de ninguna otra persona. Yo, en cambio, seguí reaccionando ante cualquier problema con un arranque de ira y una enérgica bofetada a quienquiera que me estuviera atormentando.” Y cuenta que en los siguientes seis meses siguió agrediendo, ya que ni las palabras ni las amenazas habian logrado cambiarla, hasta que un dia le pusieron como penitencia no poder andar a caballo por una semana, y eso si lo logró. “Seguí haciendo travesuras durante las clases aburridas, pero nunca más usé mis puños para resolver una disputa”.
Habla también de la poca flexibilidad de los autistas a los cambios y de la necesidad de mantener invariable su entorno. Hasta su ropa era igual todos los días, y el día que le quisieron cambiar su habitación por una más grande, en el internado, sintió pánico y se negó. Nos cuenta que en la época en la que fue al internado, el cambio de su casa a ese lugar, la trastornó…y sufrió mucho de ataques de nervios…los que se acentuaron por los cambios hormonales de la pubertad. Estos ataques consistían en sequedad bucal, palpitaciones, palmas sudorosas, y crispamientos en las piernas.
En la próxima nota les contaré de la máquina de apretar, un tema por de más interesante. No sólo por ser un invento único sino por ser algo que todavía se usa para ayudar a niños que padecen autismo.

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